¡¡¡ ESPECTACULAR REFLEXIÓN !!!

Dónde están los intelectuales?


Por Orlando Aguirre
Twitter: @orly.aguirre


El autoritarismo como cimiento de la educación paraguaya, en todos los niveles de enseñanza, se encuentra en estos momentos en la misma situación en la que está la gradería norte del estadio Defensores del Chaco: tiene fisuras y corre peligro de derrumbarse. Las tomas de colegios de esta semana han dejado constancia de que las viejas estructuras autoritarias heredadas del estronismo se encuentran ya herrumbradas y débiles, al punto que la nueva generación estudiantil (que no tiene procedencia de la clase media y de los colegios privados más renombrados de Asunción) se está encargando de hacer que tiemble. Ante esto surge la interrogante: ¿Dónde están los intelectuales?.

image

Durante las luchas históricas del estudiantado paraguayo, siempre han estado. En los años donde gobernaba el liberalismo (hasta los años treinta), en los reclamos y protestas estuvieron los intelectuales de distintas corrientes (sobre todo nacionalistas y socialistas como Creydt y/o Jover Peralta) siguiendo de cerca los reclamos. En el periodo de la dictadura de Stroessner, desde la huelga de 1956 o en las protestas contra la visita de Rockefeller en 1959, también la intelectualidad paraguaya acompañó las manifestaciones estudiantiles. Desde la caída de la dictadura hasta la fecha, existe una ausencia masificada de los intelectuales, que no solo se refiere a la presencia pública en los actos sino a la producción académica de los mismos, es decir, contenido de carácter crítico inspirado en métodos certificados por la ciencia para que sean insumo para las luchas estudiantiles.


En la toma de colegios públicos de esta semana no fue la excepción. La historización de la protesta estudiantil fue importante, mencionar los hitos dentro de nuestra historia social donde ocurrieron movilizaciones similares, y sobre todo puntualizar que Marta Lafuente fue la primera ministra del gobierno de Horacio Cartes en renunciar por causa de una movilización estudiantil, cosa que en la historia paraguaya es poco común.
Muchos especialistas de las ciencias sociales nos encontramos en la tarea de producir científicamente en un país que recién hace seis años inició una política de ciencia y tecnología, con la creación del Programa Nacional de Incentivos a Investigadores (PRONII) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), pero ¿cuántos de nosotros hemos realizado trabajos científicos que sirvan para colaborar con la transformación de la realidad, de esa realidad inundada de autoritarismo?

Los y las jóvenes que tomaron las escuelas y los colegios esta semana también nos dieron una lección ejemplar a nosotros, los “científicos”: De nada sirve enriquecernos epistemológicamente a nosotros mismos, analizando los conceptos, los fenómenos, los responsables de la corrupción y los alcances de la vigilancia del Estado a la sociedad, si a ellos se les caen los techos por la cabeza, si comen una merienda que ni los perros quieren y si existe corrupción en las esferas de la burocracia estatal.

La intelectualidad paraguaya, en efecto, se encuentra en un momento inmejorable en cuanto a producción científica y técnica. Existe una élite intelectual inquieta por realizar investigaciones sociales y una gran calidad humana. Ahora hace falta que nuestras investigaciones bajen del hiperuranio y lleguen a los chicos que nos dieron esta cátedra democrática, a la vendedora de yuyos de la plaza, a la gente del bañado. De nada nos sirve acumular artículos científicos de alto impacto si la gente sigue padeciendo hambre, si las niñas y niños siguen dando clases bajo árboles y si sigue existiendo explotación laboral.
Es el momento donde la intelectualidad que afirmaba que los y las estudiantes que tomaron los colegios “no tenían formación”, “les falta ordenar ideas”, y “tener estrategia” se acerque a ellos y les muestre el camino, tal y como ha existido durante la historia social paraguaya. Para eso somos “intelectuales”. Ahora ellos nos necesitan más que nunca.
Orlando Aguirre
En medio de todos los paradigmas científicos, existen posiciones para acercarse al objeto de estudio: algunos afirman que tiene que ser de lejos, otros de cerca, algunos ni tan cerca ni tan lejos. Lo cierto es que en medio de toda esta vorágine de acontecimientos todas las posturas epistemológicas sirven, lo que no sirve es dar el diagnóstico y no hacer nada al respecto. Hasta las posturas más positivistas de las ciencias sociales (las que no se acercan al objeto de estudio) dan el diagnóstico y plantean una solución. Los estudiantes no muerden, no son irracionales. No es bueno mirarlos como ratas de laboratorio porque esto así no funciona.

Tampoco ayuda la postura absolutista donde se desprecia a los que miran las movilizaciones de lejos y opinan, sosteniendo que hay que estar dentro y que solamente esa posición “desde dentro” es la que sirve. Ya el sociólogo colombiano Orlando Fals Borda demostró que es posible sostener un proceso de ida y vuelta con el fenómeno social, que la investigación-acción es un enfoque que permite tomar distancia e involucrarse al mismo tiempo con los sujetos extrayendo de esa manera la mejor descripción de los problemas. En esto solo hay un pequeño detalle que marca la diferencia, y que nos acerca a una de las tesis que Karl Marx había afirmado contra Feuerbach: no solo basta con describir el problema, hay que solucionarlo.

Muchos intelectuales críticos, ante estas tomas de colegios, han develado que el germen autoritario (aunque no lo sean) se encuentran en su ADN. Las y los estudiantes, como si fueran grandes cientistas sociales, debelaron esta gran verdad con la toma. Repentinamente a muchos intelectuales les brotó un Alfredito desde los intestinos y otros guardaron silencio y siguieron de largo como si nada hubiera pasado. Lo que pasó no fue una crisis educativa, fue un terremoto. El error en la lectura de la realidad, o una lectura intencionada de la misma, o simplemente un silencio sobre el caso son posturas abiertas sobre el fenómeno. Y las posturas intelectuales sobre lo ocurrido, muy diversas al respecto, han demostrado que por más intelectuales que seamos que miramos la realidad con ojos científicos y “puros” estamos cargados de intencionalidades políticas o ideológicas, como ya Max Weber anunciaría hace ciento diez años.

En suma, en medio de estas transformaciones sociales que ocurren en Paraguay desde estas movilizaciones estudiantiles, toca replantear el rol del intelectual en la sociedad. Recurrir a aquella idea que el filósofo paraguayo José Manuel Silvero Arévalos había planteado cuando le respondió al Padre Jesús Montero Tirado hace un tiempo: “Pensar, ¿para qué y para quién?”. Estoy firmemente convencido que los “nuevos” intelectuales hemos ya resuelto esta pregunta de manera individual, al igual que nuestros formadores la resolvieron en su momento.

Estoy seguro de que los colegas, después de los acontecimientos, tomarán las decisiones más apropiadas ante el enorme desafío que la sociedad paraguaya encara: acompañar (no dictar cátedra) de las reformas estructurales que la juventud demandó e inició en esta semana con la toma de colegios. Hoy más que nunca el país necesita de toda la sapiencia para transformar, de una vez por todas, ese “viejo Estado colorado” en el cual todavía vivimos.


Fuente:  http://www.elindependiente.com.py/uncategorized/donde-estan-los-intelectuales/

Comentarios