¿Qué implica ser el cuarto mayor exportador de soja?
Este mapa de la soja abarca
superficies de 4 países del continente. Publicidad de Syngenta AG,
empresa de negocios en agricultura.
Por Joaquín Sostoa
No hay que comprender el
fenómeno de la soja nada más como un producto que Paraguay exporta y que
está adquiriendo cada vez mayor crecimiento. Hay que entender la
exportación de soja como un modelo social y económico de país, es decir,
estamos destinando casi la totalidad de nuestros recursos –y no solo
naturales– a ese proyecto. Es urgente entender qué implica.
Paraguay es el cuarto mayor exportador
de soja y sexto mayor productor en el mundo. Esto quiere decir que una
buena proporción de nuestros recursos como país, ya sean naturales,
humanos o de capital, están destinados a producir materia prima. Esta es
nuestra función en el mundo hoy, proveer de alimentos y materia prima
al resto, dependiendo del capital extranjero, como para inversión y
demanda.
Inmersos en este rol no creamos mercado
interno, solo externo, por lo tanto no hay interés en estimular el
consumo y mejorar el bolsillo de la gente que habita el Paraguay por
parte de nuestros gobernantes, por ejemplo con mayor inversión en gasto
social.
Además, la soja es el principal producto
de exportación del país (55% de los ingresos) y representa el 12% del
Producto Interno Bruto (PIB). Actualmente, la producción de soja ocupa
el 60% de las áreas cultivables del territorio nacional, porcentaje que
se aceleró desde comienzos de este siglo. El monopolio de la soja a
nivel país está agotando nuestras capacidades productivas y por ende
nuestra diversidad.
“Hay una élite exportadora y latifundista que extrae y concentra excesivas ganancias (…) y ostenta fuerte poder político”.
¿Cómo se produce la soja en el Paraguay?
La soja paraguaya en su mayoría es
transgénica y se produce a gran escala de forma mecanizada. Esto
requiere de monocultivos (amplia extensión de tierra de una sola especie
vegetal) –que además afecta a la biodiversidad- y en síntesis es lo que
hace rentable este negocio. La expansión de los monocultivos es
necesaria para reducir los costos y aumentar las ganancias. Es por eso
que se crea una gran desigualdad en la tenencia de la tierra. Solo el
1,6% de las propiedades tiene el 79% de todas las tierras, la mayoría de
toda la superficie sojera está en un par de manos. En cambio, la
agricultura familiar ocupa solo el 4,3% de la superficie y representa el
84% de las propiedades.[i] ¡Vaya desigualdad! Y es más, solo 600 latifundios ocupan el 40% de la superficie en la parte más alta.
La mayor cantidad de nuestra superficie
empezó a concentrarse en pocas propiedades aceleradamente desde que se
disparó la demanda por producción de soja. Mientras que estas se
hicieron más extensas, las propiedades más pequeñas empezaron a
desaparecer. La expulsión de campesinos agricultores a las zonas urbanas
es lo que crea los cinturones de pobreza, por falta de un mercado
interno con oportunidades.
También se requiere de una escasa mano
de obra. Los monocultivos de soja generan 5 empleos cada 1000 Has.; en
cambio, la agricultura familiar diversificada genera 200 empleos en la
misma superficie.[ii]
En otras palabras, la soja tampoco da trabajo. Aún menos lo dan las
corporaciones transnacionales que invierten en el sector sojero y
pecuario en las diferentes ramas del proceso de producción. Las
principales 6 empresas solo emplean 1.432 trabajadores. [iii]
Además, el total de las exportaciones
del país están controladas por un pequeño grupo de empresas. Son 10 las
que representan el 60% del total de las exportaciones y solo 5 el 43%,
casi todas de capital extranjero.[iv]
Entre ellas, 7 exportan soja y derivados. Las semillas transgénicas,
los agroquímicos y las procesadoras también sufren una concentración en
pocos propietarios.
No hay que ignorar tampoco los
diferentes casos de contaminación ambiental por agrotóxicos y posibles
desordenes ambientales que se están dando por la pérdida de la
diversidad ecológica y la deforestación. Además existe una total pérdida
de soberanía alimentaria en la que está incurriendo el país a causa de
la disminución de la tierra disponible para la agricultura familiar
campesina. Las importaciones de hortalizas y frutas cada vez son más,
tanto que se han duplicado entre 2013 y 2016.
Hay una élite exportadora y latifundista
que extrae y concentra excesivas ganancias (entre 1500 a 3000 millones
de dólares anual solo por producción) y ostenta fuerte poder político,
pero que por la mínima tributación que practican es imposible distribuir
esa riqueza en forma de inversiones estratégicas para paliar al menos
un poco las desigualdades y costos sociales que crea su matriz
productiva.
Paraguay está sufriendo un fenómeno con
rasgos muy similares al caso que se desenvolvió en Honduras, Guatemala y
Colombia, cuando la United Fruit Company (UFC) adquirió casi el total
poder económico y poder político de esos países a comienzos del siglo
XX. La corporación diseñó y alteró las políticas del país para que
jueguen a favor de las rentabilidades de la empresa ¿Coincidencia? Este
hecho le adjudicó el marcante de “República Bananera” a dichos países.
Aunque no producimos bananas, nuestra
realidad no está lejos de aquella. La historia se repite, la desigualdad
aumenta y la soberanía se acaba.
[i] Censo Agrícola Nacional 2008.
[ii] Reporter Brasil (2010)
[iii] Registro del 2007: ADM, Cargill, Contiparaguay, Nestle, Unilever y Parmalat.
[iv] Informe estadístico de la Dirección Nacional de Aduanas.
Fuente: http://www.elindependiente.com.py/economia/que-implica-ser-el-cuarto-mayor-exportador-de-soja/
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