¡¡¡ Había una vez..............Cuento !!!


Un presidente que no escucha y el cuento del derecho a la participación

Los niños se prepararon con todo para presentarles sus demandas a Horacio Cartes. Este les dijo que los quería, los bendijo, sacó fotos y se retiró.
                                                                                 
 Por Pedro Lezcano y Camila Corvalán.
El presi se tomó foto con los chicos y se retiró.

Había una vez, un país tan pequeño y prospero como este, en donde hubo una guerra tan grande, que fue capaz de  exterminar a los niños.
Hasta que la tarde del 13 de agosto encontraba, cara a cara al presidente de la República, Horacio Cartes y a casi 80 niños, niñas y adolescentes de los diecisiete departamentos del país, de distintos sectores organizados de la sociedad civil, pueblos originarios, estudiantes, algunos privados de su libertad y otros con discapacidades.
En el salón auditorio Benedicto XVI, del Ex Seminario Metropolitano, por motivo de la rendición de cuentas del Ejecutivo en materia de inversión en Infancia y Adolescencia, estaban todos los ojos.
Los pequeños actores sociales del país, pequeños por la edad que llevan viviendo en el mismo, trabajaron juntos desde el día anterior. Discutieron, debatieron y consensuaron sobre las problemáticas que aquejan a sus distintas comunidades, coincidiendo en que las cosas, están mal.

Tan oportuno análisis no necesitó de palabras complejas, indicadores, objetivos o fórmulas. Bastó con exponer, desde la experiencia y el sentir, las observaciones de las realidades cotidianas, con profundas similitudes incluso en lugares remotamente distantes. La mala calidad de la educación, la falta de insumos en las unidades de salud, la pésima administración de recursos, el envenenamiento de las aguas y de las comunidades, el atropello a la defensa de los derechos del campesinado, se pusieron en evidencia como temas preocupantes para los y las participantes.
El trabajo no terminó allí, de hecho, recién comenzaba y continúo durante largas horas de la mañana siguiente.  Luego un comité de representantes de los niños y niñas tendría la tarea de llevar la voz de sus compañeros y compañeras para, en base al resumen de los planteamientos presentados en plenaria.
La movida consistía en redactar una carta abierta con observaciones, reclamos y exigencias que tenía como destino ser entregada en propias manos al presidente, igual que el año anterior. Además, los niños y niñas explicarían en vivo y en directo, a los representantes del Estado presentes, lo que pensaban al respecto de su gestión.
A diferencia de muchos adultos, estos niños, niñas y adolescentes gozan de algo que nosotros, al pasar por obligación al mundo de los grandes, perdemos, que es la libertad de asumir posicionamientos en lugares públicos, sin temor, ellos con la inocencia que les pertenece y con el afán de ser escuchados, deseosos de que el Estado los tenga en cuenta y tome medidas en respuesta. “Exigir no es una mala palabra”, afirmaban.
A la hora pactada del encuentro, al ritmo del coro de niños mbya guaraní, al presidente acompañaron, el secretario ejecutivo de la niñez y adolescencia, Carlos Zárate, el director general del Instituto Interamericano del Niño, dependiente de la OEA, Victor Giorgi y un representante de la Unicef, el Sr. Bernt Aasen. En cada discurso se mencionaba con énfasis el derecho a la participación y la “buena práctica” de Paraguay al propiciar estos encuentros.
Sí, todos ellos, ante el público presente, expresaron palabras, algunas, por mero cumplimiento, otras, por motivos más comprometidos, entre ellas quizás las del uruguayo Giorgi, quien mencionó que “La democracia le hace muy bien a los niños, pero son los niños los que le hacen más bien a la democracia”.
Llegó entonces el momento en el que el protocolo, ponía a disposición el uso de la palabra, el ñe’e que le dicen los guaraní y que tanto valor tiene en las comunidades de nuestros ancestros, al presidente de la república. A la par, se levantaban sin timidez carteles con reivindicaciones. ¿El presidente las incluiría en el discurso que estaba a punto de iniciar? Bueno, eso creíamos todos, pero por los altoparlantes ubicados para amplificar el sonido en la ocasión, una voz femenina, la de la presentadora del acto, expresaba que el presidente debía retirarse por motivos de “otros compromisos”.
Fue ese el mismísimo instante en que en todo el auditorio repicó, ¡Que hable! ¡Que hable! ¡Que hable! Estos pequeños gigantes, comenzaron a, en grito popular, solicitar que el presidente les dé unas palabras…
El hombre tomó el micrófono y de su garganta gastada por el exceso, expresó que lleva días, trasnochado, pensando en los niños, que los quiere mucho y que les daba su bendición, para luego disponerse a bajar por las escaleras y empezar a retirarse, recién entonces, los adultos presentes, se animaron a expresar lo que pensaban al mandatario.  Como en una caja de resonancia retumbaban los cuestionamientos.
Sin embargo, Él los ignoró a todos, dejando por sobre todas las cosas a las niñas, niños y adolescentes con el Jesús en la boca, sin que estos pudieran contarle  a quien debería  saberlo muy bien, que en las escuelas no hay aulas, que en las comunidades indígenas no hay agua, que si la hay, está contaminada, que los hospitales no tienen recursos básicos para atender a la gente, que la soja cada día mata a más personas, que no se respeta el derecho a la tierra, y que Cartes, la última vez que se puso las botas, fue para ir a pedir votos en los bañados.
Es que los gobiernos autoritarios no escuchan a los  adolescentes, niños y niñas los dejan de lado, los callan a fuerza de “protocolo presidencial” y tratan de endulzarles los oídos con palabras bonitas y la bendición de Dios.
Fueron varias las contradicciones que encerró este encuentro. Mucho se habló de los niños y niñas como “sujetos de derecho” pero se los terminó ubicando como a los globos en un cumpleaños, un fondo para las fotos.
El derecho a la participación, tantas veces nombrado por las autoridades presentes, con certeza no tiene cabida sin un interlocutor y hablamos del rol de un Estado ausente que no brinda respuestas a las inquietudes del 40% de su población. El cumplimiento de los derechos no es una cuestión negociable, o lo hacemos o no.
El diálogo es el elemento de construcción, insistían las autoridades, pero no se puede dialogar cuando al que le toca escuchar escoge no hacerlo, y en su lugar se toma una selfie y se retira.
¿Si la participación es un ejercicio de la democracia, qué es entonces lo que hizo el presidente?
Un día, como aquel 16 de agosto del 70, los más pequeños del país, resistieron con lo poco que les quedaba a las fuerzas del imperio, a pesar de verse abandonados por quien fuese el primer republicano, el Gral. Bernardino Caballero.
Ayer, los más pequeños del país demostraron que no le temen a nadie y que resisten a recibir regalos superfluos, aunque estos alcancen millones de guaraníes, porque a pesar de encontrarse abandonados por el gobierno, ellos exigen sus derechos.
Fuente:  http://ea.com.py/v2/un-presidente-que-no-escucha-y-el-cuento-del-derecho-a-la-participacion/

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